3 de Septiembre
Ayer empezamos nuestra aventura por
tierras lituanas. Todo comenzó el 3 de Septiembre a las 5 de la
mañana, cuando nos arrastramos al aeropuerto con la baba todavía
pegada a la cara. En el avión tuve mi primer contacto con unos
lituanos, una pareja que hubiera derribado a todo el mundo con tal de
que estuviese cómoda (por esto de el dedo que me rompí justo el día
antes de irme de Erasmus...). Está claro que en Ryanair lo de estar
cómodo es un poco complicado, pero aun así,mi compañera de
viaje y yo, dormimos como cochinas en posiciones que desaconsejan 9 de cada 9 fisioterapeutas.
Tomamos tierras, alucinando con los
árboles de la ciudad, y después de recoger nuestras maletas nos
encontramos con Jonas y Simona, nuestros mentores, dos estudiantes de
medicina encantadores. Ellos nos llevaron directamente a la
residencia.
La residencia es tal cual me la
imaginaba. Un edificio medio derruido por fuera, pero está muy bien
por dentro. La recepcionista no tiene ni papa de inglés, y nosotras
ni papa de lituano. Nos explicaron que hay horarios de entrada y de
salida, el precio, y esas cosas.
La habitación está muy bien, tiene
tres camas, dos armarios gigantes y huele a nuevo, un baño compartido
con otra habitación, (sin espejo ni ducha). Hay unos radiadores capaces de calentar un campo de fútbol. Creo que es una advertencia de lo que se nos viene encima. Las duchas están en el
sótano, son comunes y no tienen cortinas, pero como las lituanas son tan apañás y pudorosas, se llevan una sabanita para taparse.
Después de dejar nuestros bártulos
fuimos con los mentores a comer algo. No se en que momento se me
ocurrió decir que quería probar comida lituana...
En el centro fuimos a un restaurante
muy cuco, donde la camarera vestía el traje nacional típico, y una
cara de mala leche flipante. Le pedimos a nuestros mentores que nos
encargaran algo de comida y dos cervezas (alus en lituano) gigantescas. Por 65
litas (LT) comimos todos. Poco más de 20 €. Las cervezas estaban
buenas, la comida...
A mi me trajeron una especie de
torititas fritas de arroz, que no era arroz pero no consiguieron explicarme lo que era, con pipas, remolacha y
una especie de salsa de setas. Lo mas rico de ahí era la remolacha
caliente. Bastante feo todo. Pero por lo menos yo pude comerlo. A
mi amiga le trajeron una especie de patata rellena de cerdo, bañada
de nata agria. Incomible. Sabía todo a grasa de cerdo, y creo que
estaba bañada en grasa de cerdo. Dijimos que era muy pesada y la
pobre no comió nada. Jonas sin embargo lo devoro.
Al llegar a la resi, mi compi vomitó.
Después de una comida tan apetecible,
fuimos al supermercado a comprar algo de comer, pero no mucho porque
en la resi aun no tenemos nevera...
Mas tarde fuimos a hablar con Jurgita,
nuestra coordinadora. Nos dijo que estaba todo mal y que teníamos
que volver a hacerlo, y que este mes no teníamos clases...:S
Luego fuimos a casa solas, y nos
perdimos, nos metimos en otro edificio y todo. Como están todos
derruidos...
Descansamos un poco y al rato nos pasó
a buscar Jonas con Giedrius, un lituano
muy muy alto (por supuesto son todos rubios). Fuimos al castillo a
esperar a Simona y otra muchacha cuyo nombre no recuerdo. El castillo
está al lado del rio, y al atardecer, cuando fuimos, es realmente
impresionante.
A paso muy lento dado mi paso de
caracol, fuimos al centro a tomar algo a un sitio que se llama... G-LOFT creo. Como no entendemos nada nos pedimos
cualquier cosa. A mi me trajeron un tanque de cerveza con limón, y otra que sabía a caramelito. Con tanque me refiero a tres cuartos
de litro... Estuvimos de charreta con nuestros amigos lituanos un
buen rato, y luego vino otro mas, Alby. Nuestros mentores nos
abandonaron y nos fuimos con los otros dos a una pizzeria , donde
tomamos mas litros de cerveza y nos comimos una pizza muy buena. Los
lituanos son encantadores, muy graciosos y bastante inocentones diría
yo. Volvimos a casa a la dos de la mañana, en un taxi que nos
consiguió Giedrus (lo que me costó aprenderme el nombre...) por 10
litas.
Nos habíamos olvidado de avisar en la
resi que nos tenían que abrir y teníamos miedo que no lo hicieran y
nos dejaran en la calle muertas de frío (si, frío, porque por la
noche vaya tela...), pero la lituana loca nos abrió sin rechistar, y
nos fuimos directas a las camas gigantes, sin alarma para mañana,
porque el día había sido muy muy intenso.
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