martes, 4 de septiembre de 2012

Kauna



3 de Septiembre

Ayer empezamos nuestra aventura por tierras lituanas. Todo comenzó el 3 de Septiembre a las 5 de la mañana, cuando nos arrastramos al aeropuerto con la baba todavía pegada a la cara. En el avión tuve mi primer contacto con unos lituanos, una pareja que hubiera derribado a todo el mundo con tal de que estuviese cómoda (por esto de el dedo que me rompí justo el día antes de irme de Erasmus...). Está claro que en Ryanair lo de estar cómodo es un poco complicado, pero aun así,mi compañera de viaje y yo, dormimos como cochinas en posiciones que desaconsejan 9 de cada 9 fisioterapeutas.
Tomamos tierras, alucinando con los árboles de la ciudad, y después de recoger nuestras maletas nos encontramos con Jonas y Simona, nuestros mentores, dos estudiantes de medicina encantadores. Ellos nos llevaron directamente a la residencia.





La residencia es tal cual me la imaginaba. Un edificio medio derruido por fuera, pero está muy bien por dentro. La recepcionista no tiene ni papa de inglés, y nosotras ni papa de lituano. Nos explicaron que hay horarios de entrada y de salida, el precio, y esas cosas.
La habitación está muy bien, tiene tres camas, dos armarios gigantes y huele a nuevo, un baño compartido con otra habitación, (sin espejo ni ducha). Hay unos radiadores capaces de calentar un campo de fútbol. Creo que es una advertencia de lo que se nos viene encima. Las duchas están en el sótano, son comunes y no tienen cortinas, pero como las lituanas son tan apañás y pudorosas, se llevan una sabanita para taparse.
Después de dejar nuestros bártulos fuimos con los mentores a comer algo. No se en que momento se me ocurrió decir que quería probar comida lituana...
En el centro fuimos a un restaurante muy cuco, donde la camarera vestía el traje nacional típico, y una cara de mala leche flipante. Le pedimos a nuestros mentores que nos encargaran algo de comida y dos cervezas (alus en lituano) gigantescas. Por 65 litas (LT) comimos todos. Poco más de 20 €. Las cervezas estaban buenas, la comida...
A mi me trajeron una especie de torititas fritas de arroz, que no era arroz pero no consiguieron explicarme lo que era, con pipas, remolacha y una especie de salsa de setas. Lo mas rico de ahí era la remolacha caliente. Bastante feo todo. Pero por lo menos yo pude comerlo. A mi amiga le trajeron una especie de patata rellena de cerdo, bañada de nata agria. Incomible. Sabía todo a grasa de cerdo, y creo que estaba bañada en grasa de cerdo. Dijimos que era muy pesada y la pobre no comió nada. Jonas sin embargo lo devoro.


Al llegar a la resi, mi compi vomitó.
Después de una comida tan apetecible, fuimos al supermercado a comprar algo de comer, pero no mucho porque en la resi aun no tenemos nevera...
Mas tarde fuimos a hablar con Jurgita, nuestra coordinadora. Nos dijo que estaba todo mal y que teníamos que volver a hacerlo, y que este mes no teníamos clases...:S
Luego fuimos a casa solas, y nos perdimos, nos metimos en otro edificio y todo. Como están todos derruidos...
Descansamos un poco y al rato nos pasó a buscar Jonas con Giedrius, un lituano muy muy alto (por supuesto son todos rubios). Fuimos al castillo a esperar a Simona y otra muchacha cuyo nombre no recuerdo. El castillo está al lado del rio, y al atardecer, cuando fuimos, es realmente impresionante.

A paso muy lento dado mi paso de caracol, fuimos al centro a tomar algo a un sitio que se llama... G-LOFT creo. Como no entendemos nada nos pedimos cualquier cosa. A mi me trajeron un tanque de cerveza con limón, y otra que sabía a caramelito. Con tanque me refiero a tres cuartos de litro... Estuvimos de charreta con nuestros amigos lituanos un buen rato, y luego vino otro mas, Alby. Nuestros mentores nos abandonaron y nos fuimos con los otros dos a una pizzeria , donde tomamos mas litros de cerveza y nos comimos una pizza muy buena. Los lituanos son encantadores, muy graciosos y bastante inocentones diría yo. Volvimos a casa a la dos de la mañana, en un taxi que nos consiguió Giedrus (lo que me costó aprenderme el nombre...) por 10 litas.
Nos habíamos olvidado de avisar en la resi que nos tenían que abrir y teníamos miedo que no lo hicieran y nos dejaran en la calle muertas de frío (si, frío, porque por la noche vaya tela...), pero la lituana loca nos abrió sin rechistar, y nos fuimos directas a las camas gigantes, sin alarma para mañana, porque el día había sido muy muy intenso.


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